Esta es la segunda parte del viaje que hice en 2010 a Grecia y del que en una entrada anterior os hablé de Atenas. La verdad es que este tipo de post siempre me resultan un poco complicados de hacer, porque me debato entre aportar mucha información o poca, poner muchas fotos o pocas. No quiero que se haga eterno y pesado, pero tampoco quiero omitir toda información que pudiera resultar útil. No sé, comentadme cómo os gustan las entradas relativas a viajes, aunque este no es un blog de viajes donde encontréis guías detalladas, sino una aproximación a los lugares que voy visitando.
Desde el Pireo partimos en un ferry nocturno a la primera de las islas de nuestro viaje, Santorini. Es una opción muy práctica ya que aprovechas la noche para hacer el trayecto, por lo que por la mañana te levantas descansada ya en el puerto de Santorini, Athinos.
Al llegar te encuentras con unas vistas increíbles, ya que el puerto se encuentra rodeado por la caldera del volcán.. Por medio del servicio público de autobuses se accede a distintas ciudades de la isla. Nosotros escogimos Kamari para alojarnos en una de las múltiples villas típicas de ese archipiélago. Son establecimientos pequeños, muchas veces familiares, económicos y pintorescos, cuyos propietarios y empleados dan un buen servicio que te hace encontrarte como en casa.
El primer día lo dedicamos a pasear por la playa de Kamari, de arena negra, típica de las islas volcánicas y por la tarde nos trasladamos al pueblo de Akrotiri donde pudimos admirar por primera vez una de las famosas puestas de sol por las que se caracteriza la isla. En esta ciudad se encuentran unas ruinas muy interesantes pero que por desgracia no se encontraban abiertas al público durante nuestra visita.
Al día siguiente hicimos una excursión en barco rodeando la isla y haciendo parada en las famosas playas Blanca y Roja, en cada una de las cuales nos pudimos dar un buen chapuzón, en unas aguas tan azules y cristalinas que podía verse el fondo perfectamente pese a estar a unos 8 metros de profundidad. También nos acercamos a la zona del volcán, donde el agua era caliente y llena de minerales. De ese baño me llevé de recuerdo un bikini blanco teñido de rojo durante meses.
Finalmente desembarcamos en la isla que «cierra» la caldera, Thirassia, con un pueblo de ambiente mediterráneo precioso, donde todo invitaba a la paz.
La excursión finalizó en Oia, el famoso pueblo de todas las fotos, de tejados azules en forma de cúpula, de las puestas de sol más aclamadas. El pueblo es precioso, todo lo bonito que uno se pueda imaginar. Las puestas de sol pues bueno, digamos que está bastante masificado y por suerte dispongo del lujo de admirar puestas de sol espectaculares aquí en Canarias, así que no fue mi parte favorita del lugar.
Al día siguiente ya partimos en ferry hacia la isla de Naxos, donde recibe a los visitantes una espectacular puerta de piedra que formaba parte del templo dedicado al Dios Apolo.
Lo primero que hicimos fue encaminarnos a la playa de Agios Prokopios, que en algunas guías figura como una de las mejores de Europa. Destaca por sus aguas cristalinas prácticamente sin olas y sobre todo por su arena, que en realidad está formada por minúsculas piedrecitas redondeadas que hacen sumamente agradable la estancia, ya que son suaves al pisarlas y al mismo tiempo se sacuden perfectamente evitando que acabes rebozada en la arena.
A continuación acudimos a la zona del arco para ver la puesta de sol a través de él. Una auténtica preciosidad, tanto de día como al atardecer y terminamos el día con una parrilla de pescado en uno de los numerosos restaurantes de la capital.
La última isla que visitamos fue la archiconocida Mykonos. Sin embargo el viajar fuera de temporada nos permitió ver una cara mucho más íntima y alejada de su faceta fiestera. Allí visitamos la ciudad de Chora, donde podemos encontrar callejuelas de increíble encanto, la zona de la Pequeña Venecia, con bares a pie de mar o sus muy conocidos molinos de viento Y sabéis qué? También tiene puestas de sol que quitan el hipo.
En Chora pudimos disfrutar también de unos platos de pasta con marisco espectaculares, ya que es una isla con una marcada influencia italiana.
El último día de nuestro periplo por las islas alquilamos un quad y con él recorrimos Mykonos, deteniéndonos en cada cala semivirgen que encontrábamos para darnos un baño rápido, muchas veces solos o con la presencia de escasas personas dispersas por el lugar. Es una isla muy pequeña, por lo que se puede recorrer perfectamente en moto o quad, disfrutando del paisaje y la tranquilidad que ofrece en la temporada baja. Nada que ver con el bullicio que la domina cuando se llena del turismo más fiestero. No obstante nos acercamos a la playa de Paradise, epicentro de muchas fiestas, que durante nuestra visita se encontraba prácticamente vacía. Eso no nos impidió disfrutar del mejor Sex on the Beach (el cóctel, claro) de mi vida y de una de las cervezas locales, Mythos.
Como siempre una de las partes vitales de todos mis viajes corresponde a la gastronomía local y la de Grecia figura entre mis favoritas. Nos pudimos deleitar con platos tales como el Pastitsio, una especie de lasaña muy densa pero hecha con una base de macarrones.
También, por supuesto, pudimos comernos otra dosis de Gyros, su plato emblemático.
En las islas es común que en la carta se encuentren platos de mezze o entremeses variados, en los que no suele faltar la ensalada de berenjena o las exóticas dolmades, hojas de parra rellenas de arroz
Y de postre (y de desayuno y cada vez que se podía) muuuuchoooooo yogur griego. Con miel o con jalea de cerezas, tan denso que sostiene de pie la cuchara, poco ácido y delicioso. Me conquistó.
Y hasta aquí llega el resumen de mi viaje. Después de eso regresamos a Atenas para volver a casa, snif. Espero que os haya gustado y no dejéis de visitar estas u otras islas Griegas, porque realmente son pequeños paraísos en la tierra. Hasta la próxima!
Cocina en rosa 