Muchas veces nos preguntamos como hacer los canapés de siempre de una forma más especial. Aunque en el mercado existen infinidad de tartaletas, panecillos, galletas o bases, hacerlo uno mismo siempre es más divertido.
Este año me animé con la pasta choux, que tenía muchas ganas de probarla. Aunque se suele asociar a dulces, como los famosísimos profiteroles o los petit choux o «petisús», se presta muy bien a rellenos salados.
Ingredientes:
- 4 huevos
- 140 gramos de harina
- 120 ml. de agua
- 120ml. de leche
- 120 gramos de mantequilla.
- Una pizca de sal
- Una cucharilla de azúcar
Preparación:
Bueno, la masa choux es una masa un poco petarda, en el sentido en que si por regla general la repostería es una ciencia exacta en la que hay que prestar mucha atención a la medición de los ingredientes, con esta masa aun más. Lo de usar cuatro huevos es una aproximación, ya que técnicamente serían 240 gramos de huevo. Pero yo tengo un alma chapucera y no tenía ni la menor gana de pesar los huevos para ajustar las proporciones al milímetro. Para evitar desgracias, el último huevo lo batí y lo añadí a la masa en 3 veces para evitar que se me aguase demasiado. También hay quien la hace solo con agua y no con leche.
Lo primero es llevar a ebullición la leche, el agua, el azúcar, la sal y la mantequilla. Cuando esté hirviendo (ojo que se sale) se añade de golpe la harina, previamente tamizada y se quita del fuego. Y a revolver con todas tus ganas. Hay que procurar que no queden grumos. Ahora entra un poco el ojo del cocinero. La masa se ha de despegar por completo de las paredes del recipiente. Si no es así hay que llevarla de nuevo a fuego bajo removiendo con salero hasta que se seque un poco y se despegue.
Se deja templar un poco la masa porque si añadimos ahora los huevos hacemos una tortilla divina. Cuando la masa tenga una temperatura suficientemente baja como para no cuajar el huevo, vamos añadiéndolos uno a uno, integrando bien cada huevo antes de añadir otro. La masa se «cortará» y tendréis al principio grumos de masa flotando en el huevo, una maravilla. Pero no pasa nada, es que la masa es así. Hay que remover con una cuchara de palo o de silicona espachurrando y mezclando todo bien hasta que se vuelva a integrar. Se añade otro huevo y vuelta a empezar. Así con todos y con el último, por si vuestros huevos son demasiado grandes, lo vais añadiendo en partes y mezclando bien en cada parte, ya que la masa debe seguir quedando muy espesa, que le cueste caer de la cuchara. No os paséis de huevo o si no los bocaditos se espachurrarán al salir del horno.
Una vez que la masa ya esté bien lisa, se pone en una manga pastelera y se hacen pequeños bocaditos sobre una bandeja de horno forrada con papel encerado. Es una masa que crece mucho. Yo no lo sabía y me quedaron bocadotes. Se mete en el horno precalentado a 200 grados y se dejan hasta que están dorados. Se puede meter un palillo en alguno para confirmar que están.
Y listo! Más fácil imposible. Ya están prestos a ser rellenados con nata, trufa, crema… o con paté o embutido.
O como estos que os muestro, con queso crema, salmón ahumado y huevas o más bien, sucedáneo de caviar porque no encontré huevas y que un duende de Navidad se lleva en su barquita a Laponia. Buen provecho!
Me encanta, estos te los voy a copietear jeje 😉
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