Recetina de fiesta: Pan de muertos

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A pesar de que últimamente se ha popularizado un montón la celebración de Halloween, hay muchas otras formas de celebrar la última noche de octubre o el primer día de noviembre. Una de ellas es por supuesto el Día de todos Los Santos como tradición nuestra y otra muy interesante es el Día de Muertos, en México.

Montan una serie de altares cubiertos de flores en honor a sus muertos, con pequeñas calaveras de azúcar, velas, fotos y otras ofrendas y es sumamente colorido y bonito. Si tenéis la oportunidad de visitar el país en esas fechas, no dudéis en acudir a algún pueblo en los que lo celebren. Yo estuve en Tulum hace dos años y no imagináis lo que me gustó.

Una de las recetas que preparan en esas fechas es el conocido como Pan de muertos. Es un pan dulce muy tierno que adornan con pegotes de masa imitando huesecillos. Es un pan laborioso porque se amasa a mano y las masas blandas tipo brioche dan bastante trabajo, pero el resultado merece la pena.

Ingredientes:

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  • Tres tazas de harina de fuerza. Yo usé harina normal y me llevó una taza más. Recomiendo usar harina de fuerza o bajar un poquito la cantidad de leche.
  • 240 ml. de leche.
  • Ralladura de una naranja.
  • Una cucharada de extracto de vainilla.
  • 3/4 de taza de azúcar.
  • 100 gramos de mantequilla.
  • 2 huevos medianos.
  • Levadura de panadería. Un bloque o 15 gramos de levadura seca.
  • Una cucharilla de sal.
  • Mantequilla y azúcar adicionales para adornar.

Preparación:

Lo primero es coger parte de la leche y calentarla un poco hasta que esté tibia. No la vayáis a dejar caliente porque la levadura morirá. Cuando esté a la temperatura adecuada, le disolvéis dentro la levadura y añadís dos cucharadas de la harina, dos cucharadas del azúcar, todo ello de la receta y lo mezcláis bien. Apartáis en un lugar cálido para que la levadura se active y comience la fermentación.

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A continuación se mezcla la harina con los huevos. Se añade la mantequilla a temperatura ambiente, la sal, el azúcar restante, la vainilla y la ralladura de naranja y se mezcla bien. Por último se añade la leche hasta que consigáis una textura de masa. Yo intenté hacerlo con la kitchen aid y aquello no cogía cuerpo ni queriendo y tuve que ponerle más harina aunque fuera para que absorbiese algo de todo el líquido. Hay que darle un buen amasado a mano, pero bueno, yo me salté ese paso y terminé con una masa blanda.

Al cabo de 15 o 20 minutos la esponja hecha con la levadura activada ya habrá crecido y burbujeado y se añade a la masa que habéis hecho anteriormente. Y aquí señores empieza el caos y la destrucción. Os vais a ver, con una masa blanda y pegajosa no, con un ectoplasma digno de los cazafantasmas. No tengo ni fotos del proceso porque de verdad que en ese momento en vez de la cámara quería coger una bayeta y mandarlo todo al cuerno. Sin embargo ya había hecho ese tipo de masas alguna vez antes y en un acto de fe continué pegándome con ella, confiando en que el gluten espabilase un poco. Porque hay que pegarse, hay que coger la masa como se pueda y estrellarla contra la meseta. Así el gluten se desarrolla y la masa regula un poco su temperatura. No desesperéis. Aunque se os haga imposible que eso termine en algo decente, seguid dándole. Si tenéis experiencia en masas iréis observando sutiiiiiles cambios que os indicarán que la cosa va por buen camino. Hay que seguir y seguir peleando, dando leña, estrujando, amasando, restregando, golpeando y lanzando la masa una y otra vez. Conviene ayudarse con una rasqueta de panadero. A mí me llevó casi media hora de lucha, pero al final conseguí una bola de masa brillante y elástica. Y aun tenía que haber amasado más, pero ya estaba hasta la coronilla. Seguramente si el primer amasado lo hubiera hecho también a mano, me hubiera ido mejor.

Total, que cogéis vuestra masita y la ponéis en un cuenco a fermentar hasta que doble su volumen. Yo la metí en el horno cubierta con un paño húmedo con la temperatura más baja posible, vamos, lo justo para que el termostato se encienda pero que no llegue ni a 50º. Al cabo de unos minutos apagáis y dejáis la masa ahí guardada unos 45 minutos.

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Cuando haya doblado su volumen (o más que doblado!), coged trozos de masa y le dais forma redonda, de bollo. Con parte de la masa hay que hacer unos churros y poco a poco vais separando los dedos y dejando que la masa deslice entre ellos para hacer como unos abultamientos que será el adorno de «huesos». Los ponéis sobre el pan en forma de cruz y rematáis con una bolita de masa. Se ponen los bollos de nuevo a fermentar. Si usáis la técnica del horno tibio, con 20 minutos será bastante. Pasado este tiempo sacad los bollos y subid la temperatura del horno a 180º y se deja así unos minutos para que coja la temperatura. Se introducen de nuevo los bollos y se dejan cocinar sobre 20 a 25 minutos, dependiendo del tamaño.

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Para terminar se derrite un poco de mantequilla y se pintan los bollos ya cocinados con ella y se espolvorea bien con azúcar. Ya veréis qué olor y qué pinta. Todo el trabajo de amasado habrá valido la pena. Mirad qué miga más esponjosa y son tiernos y deliciosos.

Así que si os animáis con esta receta, qué cosa mejor para merendar o desayunar en estas fechas, no olvidéis subir la foto a Instagram etiquetándola con el tag #recetinaenrosa o hacédmelo saber en vuestros comentarios. Buen provecho!

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